miércoles, 8 de julio de 2015

Ruta uno

Por la ventana veo una moto, una kawasaki Z-250, hermosa, verde, el color que yo quería, el conductor acelera y lo pierdo de vista, es una moto rápida, muy rápida comparada al bus en el que voy rumbo a Cali, primera parada del viaje, un viaje patrocinado por una moto similar a la que vi hace un momento.

Son casi 11 horas de viaje, precio; 45.000 devaluados pesos colombianos y un retraso de media hora, sin embargo en el puesto junto a mi no va nadie, no tendré un vecino de viaje lo que significa comodidad, lo recuerdo, son 11 horas de viaje, lo mismo que de Bogotá a París, pero sin comidas.

Mientras nos presentan la peli de "Milagros inesperados", en el baúl del bus viaja mi maleta de espalda, no sé exactamente cuantos kilos son, pero es pesada, ropa para algunos meses, un pequeño botequín conformado por pastas de venta libre y una que otra maricadita. En la tele el señor Jhon Koffey llega a la penitenciaría, se baja del carro de la prisión, yo llego a un pueblo que no sé el nombre, no importa, creo que Jhon Koffey tiene más problemas que yo.

11 horas resultan rutinarias mirando una peli que ya conozco, afuera el paisaje cambia muy lentamente pero resulta mucho más entretenido que ver a Jhon Koffey sanando la entrepierna de Tom Hanks, de un momento a otro me duermo y despierto no sé cuanto tiempo después, en la tv del bus hay otra peli, "El tirador" mala, el señor Koffey debe estar revolcandose en su tumba, señor bendito. Afuera el viaje resulta interminable, Ibague, Armenia, Tuluá, Palmira, por fin Cali. Llegada al terminal de buses: 18:30, la terminal parece un centro comercial, tiendas por todo los lugares, son tres pisos con escaleras eléctricas para los flojos y los gorditos, claro, yo también la utilizo, el bus que debo tomar sale del tercer piso rumbo a Jamundí, yo solo voy hasta la clínica valle de Lili, allá me recoge una amiga  que conocí en Alemania. Mientras eso llega la buseta está llena, el recorrido se demora como una hora, yo pensaba que Cali era más pequeña, le pregunto al vecino del puesto si falta mucho para la ya mencionada clínica, dice que no, que él me avisa para bajarme. Las personas en Cali son muy amables, me recuerdan al señor Koffey, que la virgen santisima lo tenga a buen resguardo.

Es chevere ver a personas después de tantos años, Karen la amiga que conocí en Alemania hace ya tantos años me lleva a su apartamento, Arturo su esposo y también amigo de los tiempo germanos no está, pero dejó a Pablo, el niño de ellos dos, el pequeñin aprende alemán "kannst du mir verstehen?"  le pregunto, él responde de manera afirmativa con la cabeza. Que interesante resutan los niños a esa edad. Yo estoy muy cansado del viaje, Karen me invita a cenar, deboro lo ofrecido y me voy a dormir, caigo muerto, similar a mister Koffey, solo que sin electricidad. Que papito dios lo tenga en su gloria, amén.

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